lunes, 29 de junio de 2009

FLORBAJA FOREVER

Miré por la ventana de la cocina y ví los balcones de la casa de mi viejita cerrados a cal y canto. Ya no había ropa tendida, ni vocerío, ni cacerolada. Todo guardaba ese silencio inmenso de las estaciones de tren, cuando sientes que la vida pasa en otra parte, mientras tú sigues de pie, parada en el andén, viendo como el pasado se acurruca en el recodo del camino por donde el vagón avanza.

Volví la vista a los fogones y sentí el calor de la conversación en las noches de invierno, con los compañeros, las risas, las riñas, la complicidad.

Caminé por el pasillo angosto y oscuro, miré de soslayo la habitación, aquella cama, recuerdo de caricias, de mil encantos, de noches en vela y cigarrillos al pie de la ventana. Entré luego en el salón, y vinieron ecos de guitarra, canciones de Silvio, máscaras, disfraces, botellas de ron… Finalmente tu habitación con vistas a Gran Vía, los primeros veranos bebiéndonos la noche a dentelladas ardientes, el Raúl, Intolerancia de J. Daimiel…

Luego lloré.

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