Ayer discutía con un amigo sobre la Obamanía que recorre en estos días el mundo, sobre los EEUU y su papel en el escenario internacional. Mi amigo sostenía que aún mantenemos el modelo tradicional de Imperio y que actualmente el Imperio es USA, pero como es muy costoso mantener la antigua estratificación del imperio, con sus federaciones y virreinatos, se ha moderniza y hoy en día su influencia se camufla como relaciones comerciales, cooperación internacional, intervencionismo militar, acción civil, etc.
No creo que esto sea del todo cierto. Es evidente que la influencia de los países en el gobierno del mundo dista mucho de ser democrática, pero no creo que la soberanía recaiga en el gobierno de un país en particular sino en una serie de organismos que son los que realmente deciden el destino del mundo. Hay tres organismo que gobiernan el gobierno de lo países: El Fondo Monetario Internacional (dirigido por cinco países), el Banco Mundial (dirigido por ocho países) y La Organización Mundial de Comercio.
Estos organismos “proponen” políticas a los gobiernos de los países, supuestamente para fomentar ideas tan loables como, promover la cooperación monetaria internacional, facilitar la expansión y crecimiento equilibrado del comercio internacional, facilitar créditos y ayudas a países menos desarrollados o con dificultades en su economía, etc… Pero qué podemos esperar de estos organismo que supuestamente ha sido creados con el fin de crear un panorama internacional, democrático, estable y equilibrado, cuando fomentan ideas como el saneamiento del presupuesto público a expensas del gasto social (no olvidemos que del 2004 al 2007 fue presidente del FMI Rodrigo de Rato Figaredo, imagino que os suena), la desregularización del mercado de trabajo, el libre mercado en todos los sectores y servicios (incluidos educación y sanidad, el concepto de “bienes y servicios” es así de amplios para el FMI); o promover y financiar proyectos (en el caso del Banco Mundial, protector de los países menos desarrollados no olvidemos) que atentan contra la humanidad y el medio ambiente (creación de una presa en India que provocó el desplazamiento a zonas de pobreza de 240.000 personas, o la colonización de la selva brasileña, por poner algún ejemplo).
Si nos asomamos un poquito a las actividades de estos organismo el panorama es descorazonador. Tanto que después de meditar sobre todas estas cuestiones comencé a ver el mundo más feo, y a los gobiernos de los países más feos todavía, y hasta vi feo al gobierno de mis país que se dedicó a recitar poesía durante la ofensiva en Gaza, y al gobierno de los jueces empecinados en crear una estructura oscurantista de organismo intocable e inaccesible.
Y así me fui a la cama triste sin poder escribir una sola línea porque mis palabras eran feas también. Cuando de repente en mis manos triste cayó un libro tristísimo (El largo viaje, de Jorge Semprún)… y me salvó del naufragio. Porque más allá de su prosa hermosísima y de su verdad oportuna, me enseñó que hay un mundo feo y un mundo bello, que hay ideas terribles e ideas necesarias que cambian el mundo, que hay personajes monstruosos y personas hermosas que son las que hacen posible que este sea cada día un lugar más habitable.
Os recomiendo la prosa poética y mordaz de este autor, de este hombre valiente, libre en su deber y consciente, que sobrevivió a su libertad, cuando la libertad tenía el precio de la vida.
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