domingo, 20 de junio de 2010


LIBRA MI CUELLO DE LA ESPADA...



Nunca pensé que la vida de un policía antidrogras ,una prostituta de lujo y una familia de narcos méxicanos, pudieran llegar a ocupar cada minuto de mi pensamiento durante una semana entera. Cuando el metro llegaba a su destino, el autobús a su parada, o los dígitos del despertador me decían que me quedaban 4 horas de sueño, un grito me subía desde lo más profundo del estómago resonando en cada milímetro de tejido del cortex cerebral: ¡Nooooo, que pasará con Nora Hayden, y como demonios voy a aguantar hasta que salga de la oficina para saberlo!

Soñaba con AK-47, con la esposa de Antonio Ramos colgada del hombro, con un Russell Crowe convertido en Art Keller, con la sensualidad y elegancia de Nora. Y también con la rabia, con la sangre, las ansias de venganza, con el dolor. El dolor físico y el dolor del alma. Porque en El poder del perro, de Don Winslow, el punzón para hielo no sólo araña la tibia. Se hunde en la carne hasta alcanzar un ángulo más preciso e hiriente. El de los terribles remordimiento de un policía obsesionado con hundir a una familia y con ella todos sus fantasma, el del amor frustrado de una prostituta de lujo y un arzobispo, el de un joven aprendiz de hampón irlandés y el de una familia obsesionada con el poder, el poder a cualquier precio. El poder del perro.

De este modo sin darte cuenta, te encuentras embarcado en un viaje delirante de 30 años al más oscuro y sangriento de los infiernos, a un remolino de pasiones viscosas, de drogas, de traición, de amor y muerte. El eterno viaje del sur al norte, del norte al sur, la droga que sube a los salones más sofisticados y los barrios olvidados, el dinero que baja manchado de corrupción, a los ranchos de los narcos, a las pequeñas chabolas de adobe y chapa de los campesinos de la amapola.

Si dejáis que este perro husmee en vuestras salas de estar, estáis jodidos, pasará como un torbellino arrasándolo todo, os hará olvidar quien sois, donde vivís y con quien. Los edificios de vuestra ciudad tomarán la apariencia de los dorados rascacielos que pueblan el atardecer de San Diego, vuestro mar dará paso al océano y sentiréis que os encontráis en algún lugar del puerto de Oceanside, el clima se volverá cálido y los vientos de Santa Ana os arrastrarán hasta el desierto mexicano. No sólo eso, vuestros peores fantasmas saldrán a pasear, vuestras más bajas pasiones e instintos. Y cuando sintáis que estáis a punto de perderlo todo, que viajáis a lomos de un potro desbocado, que ya nada volverá a ser igual, que habéis envejecido 30 años de golpe. Cerraréis el libro, os asomaréis a la ventana y veréis que la vida sigue igual. La vecina de enfrente riega los geranios, unas campanas tañen a lo lejos, los niños juegan en la calle y vosotros seguís al otro lado del cristal, como siempre. Sin embargo en la noche, antes de rendiros a la placidez del sueños, una plegaria subirá a vuestros labios, no sabréis de donde... EL PODER DEL PERRO.


lunes, 8 de marzo de 2010

LOS CLÁSICOS



Tenemos una extraña relación con los clásicos. Están ahí, en la distancia, parecen que nos miran desde un lugar impreciso, ligeramente elevado, con mirada displicente y marcial: admírame, acércate, pero no me toques, no me copias, no me juzgues o mi índice implacable encarnado en crítico te acusará de plagio, de ignorancia, de pedantería progre.

Es paradójico, los clásico aparecen como algo transgresor, subversivo, abren lanza a una nueva perspectiva, rompe con los viejos referentes, con los clásicos de su tiempo dando una nueva visión del arte. Botticelli, Monet, Bach, Led Zeppelin, Cervantes, Borges…

Los admiramos, a veces les odiamos, nos resultan terriblemente cercanos pero al mismo tiempo fríos, sombríos, oscuros. ¿Qué les pasa a los clásicos?

A los clásicos no les pasa nada, los clásicos no están lejos, ni son fríos, ni arrogantes ni nos señalan con dedo acusador. El artista hizo algo en su momento porque lo sintió así, sin la perspectiva de marcar la historia o ser un referente (aunque esa sea en definitiva la motivación de todo, o casi todo, artista), están haciendo tentativas sin saber a ciencia cierta en qué deparará todo aquello. Somos nosotros los que creamos todas esas etiquetas y prejuicios por un miedo paralizador a expresarnos, a superarlos a transgredirlos y fracasar.

Por suerte hay creadores valientes que huyendo de las etiquetas, los arquetipos, los juicios paralelos y el miedo paralizador se lanzan y aprovechando la esencia creadora que le han dejado estos padres, hacen algo único, nuevo, y por qué no decirlo más enriquecedor.

La otra noche tuve la oportunidad de ver a dos creadores de esta talla, Los Doos. Un dueto afincado entre Madrid y León que hace versiones de The Doors, y digo mal “versiones” porque realmente tiene un sonido extraordinario y único. Llevo escuchando a The Doors desde que tengo uso de razón o mi memoria alcanza a recordar, probablemente desde antes de los 8 años. Los Doos me han hecho descubrir que The Doors es mucho más de lo que había escuchado hasta ese momento, versiones funkies, versiones roqueras, psicodelia electrónica, un derroche de ritmos, sones, punteos de guitarra, un órgano hammond que te translada a los 60 y un chorro de voz que nada tiene que envidiar al de San Morrison, de la mano de dos músicos excepcionales. Creo que nunca se habían movido tanto mis pies escuchando el Hyacinths House, Casa Jacinto.

Gracias por acercaros a los clásicos y tocarlos. Sin miedo. Gracias por transformar ese polvo de oro que queda entre los dedos al tocarlos en arte puro. Gracias por enseñarme que uno de mis grupos favoritos no está muerto, no es un clásico, es arte en movimiento, es materia viva, latente, creadora. Gracias en fin por hacerme disfrutar como la enana que descubrió a los Doors con 8 años.

Aquí os dejo el link al myspace de estos valientes. Si alguna vez se dejan caer por vuestro pueblo no os los perdáis, merecen la pena, tanto si sois amantes de los Doors como sino.